No podíamos pasar por alto el estreno de “Luca”, la nueva película de Pixar estrenada en la plataforma Disney + hace unas semanas. La historia se desarrolla en un pueblo de postal, al lado del mar, en la Riviera Italiana. Un lugar en cuya bahía habitan unos seres acuáticos capaces de transformarse en humanos cuando salen a la superficie. Luca, en una de sus incursiones a tierra, conocerá a Alberto, otro joven con su misma condición. Ambos compartirán aventuras entre los humanos, hasta incluso una curiosa competición, ocultando siempre su verdadera forma.
No es casualidad que “Luca” se estrene en verano. La película tiene el espíritu propio de esta estación. Unos meses que suelen ser recordados con nostalgia y cariño cuando echamos la vista atrás hacia a la infancia. De nuevo, los creativos de Pixar se adentran en la mayor de las aventuras: la aventura de crecer. Esta temática también fue desarrollada con grandes aciertos en la conocida serie de películas de “Toy Story”, en la que un niño iba abandonando a sus juguetes con la llegada de la edad adulta.
Luca y Alberto son esa clase de amigos que solo existían durante las vacaciones. La película explora la burbuja que se creaba en esos veranos interminables de juventud. Una suerte de lapso en el tiempo que, si bien parece más un paréntesis en la vida diaria, repercute en nosotros mismos con más fuerza de lo que pensamos. Junto a la amistad se encuentran otros factores que deben ser vitales en los primeros años de vida: la exploración del mundo que nos rodea, la aceptación del fracaso, los primeros sentimientos hacia otras personas y el amor a la diversidad independientemente de tu procedencia.
El director Enrico Casarosa, que ya nos trajo ese delicioso (y luminoso) cortometraje titulado “La Luna” (2011), con el que “Luca” comparte muchos de sus diseños, nos ofrece en esta ocasión una historia capaz de remover emociones en los espectadores. La mayor parte de las escenas nos hacen sentir esos veranos que ya no volverán. Ese tiempo en el que teníamos toda la vida por delante, donde los sueños se confundían con la realidad para completarla y enriquecerla. Un pasado en el que el mundo adulto no interfería, y en el que cada uno formaba su propio marco vital. En este aspecto, “Luca” resulta ser mucho más estimulante que otras propuestas ofrecidas por Disney / Pixar en el último año. De hecho, el filme de Casarosa logra alcanzar las mismas metas que “Soul”, pero sin dar tantos rodeos metafísicos vacíos.
A todo ello se viene a sumar una soberbia animación enmarcada en un entorno al que te encantaría ir a vivir. De nuevo Pixar crea un universo mágico a la altura de ese París de ensueño de “Ratatouille” (2007). La película respira Italia en cada uno de los planos: los helados, la pasta, las calles empedradas y, sobre todo, las Vespas. Cualquier que haya visitado este país transalpino sabrá a lo que me refiero. Y como valor añadido, un buen puñado de guiños que harán las delicias de los más cinéfilos. Entre ellos, muy acertado, identificar al “villano” de la historia con el apellido Visconti.
De todos los grandes aciertos, que son muchos, nos quedaremos con uno, aquel que es expresado al grito de “Silenzio Bruno”. Una suerte de mantra que subyace para luchar contra las inseguridades que surgen desde nuestra propia conciencia. Lección de vida inigualable procedente de una película que perdurará para siempre en el recuerdo. De la misma manera que lo hacen esas experiencias veraniegas de juventud.
Si queréis ver el tráiler, podréis encontrarlo pinchando en el siguiente enlace.
