Hay una frase que siempre nos ronda por la cabeza a los padres, como si de un mantra se tratara: “la mejor manera para que nuestros pequeños aprendan es a través del juego y la diversión”. Sin embargo, no todo debe ser contenido académico curricular. Hay mucho más para que los niños desarrollen aptitudes que les den la clave de su felicidad. Y es que, valores como la empatía, el compromiso, la solidaridad, la igualdad, la ecología o el reciclaje deben formar parte de su vocabulario.
Por ello, nuestra propuesta de hoy para disfrutar en familia es la obra de teatro negro ‘Tortuga y el mar’, de la compañía Tarambana, con producción de Cía. Losótroh y del SECAC (Sociedad para el Estudio de los Cetáceos en el Archipiélago Canario), quienes en esta ocasión quieren enseñarnos el daño que los humanos hacemos a los fondos marinos. ¡Nada más y nada menos que ‘teatro con conciencia ecológica’!
Gracias a la magia del montaje y a la técnica empleada en el espectáculo, nos sumergimos con nuestros pequeños en las profundidades del océano para descubrir el hogar de las ballenas, los tiburones, los delfines y un sinfín de criaturas marinas. Las bocas abiertas de sorpresa en las butacas están aseguradas. Una tortuga es nuestra cicerone, quien nos da una importante lección: la basura que tiramos al mar enferma y mata a sus habitantes.
Con una gran carga didáctica, se presentan sobre el escenario las marionetas Valentina y Carlitos, dos hermanos que solo pretenden jugar en la playa con su globo, su botella de agua… plásticos que acabarán en el mar. Esta vez no serán mamá y papá quienes les digan aquello de “eso no se hace”, tendrán a una maestra muy especial: una centenaria tortuga que mágicamente habla.
Con ella, los dos hermanos, que representan a todos los niños y adultos del mundo, aprenderán que actos que parecen inocentes, como el que ellos acaban de hacer, tienen importantes consecuencias negativas para la fauna marina. Y sin querer hacer spoiler, la obra va más allá. Solo adelanto que es toda una masterclass de Ciencias Naturales.
Este poético montaje, que nos recuerda que el agua es vida y no debemos escondernos ni excusarnos más de nuestro mal comportamiento en derrocharla y no cuidarla, cuenta con el guión de Salvador Leal, la dirección de Nacho Banacho y la música de David G. Bonacho, quien nos mece con sus olas. Sus responsables nos abren los ojos a través de una belleza emocional y mágica y con una elegancia extrema para hablarnos de un gran problema, pero también de una esperanza. Y es que, aún estamos a tiempo de cambiar las cosas. No olvidemos que el futuro es de nuestros pequeños.