La quinta entrega de Indiana Jones es un absoluto regalo. Un regalo para todos aquellos que fuimos niños en los ochenta y nos criamos con el cine de aventuras, cuevas, enigmas y tesoros escondidos. Indiana Jones y el dial del destino conectará con el niño interior que vio Los Goonies, El secreto de la pirámide y, por supuesto, la trilogía original encabezada por esa obra maestra titulada En busca del arca perdida. Pero también hay que considerarla como un regalo para las nuevas generaciones, con el objetivo de hacerles sentir lo mismo que vivimos en aquella década a la que miramos una y otra vez con nostalgia.
El regreso del intrépido arqueólogo nos da también una enorme lección. Si trabajas en lo que te gusta lo seguirás haciendo con gran pasión sin tener en cuenta la edad en la que te encuentras. Harrison Ford se volvió a calzar el sombrero fedora y la chaqueta de cuero a los 79 años, en medio de un rodaje dominado por las restricciones sanitarias y diversos problemas de producción. Asimismo, un nonagenario John Williams se puso de nuevo al frente de la banda sonora, demostrando una vez más que su música es cine con mayúsculas.
Los que también están de vuelta son los nazis, encabezados por Mads Mikkelsen, el cual, sin resultar tan memorable como René Belloq o Mola Ram, nos deja para la posteridad uno de los villanos más interesantes de la saga. El regreso de los nazis se convierte en una absoluta celebración, en especial en el clímax final. Pura esencia pulp, en una vuelta de tuerca al género como jamás habíamos visto hasta ahora. Un deleite memorable para cualquiera que se deje atrapar por esa esencia a serial fantástico.
Este filme, aunque en ocasiones podemos echar en falta la ausencia de Steven Spielberg en la dirección, logra establecer una conexión emocional francamente interesante. Rezuma romanticismo y una cierta pátina de melancolía hacia el personaje y todo lo que representa. Del mismo modo, retoma sus constantes habituales, con ese Marruecos que parece salido de las viñetas de Hergé o ese gusto por volver la vista hacia los misterios clásicos. No es justo compararla con la sagrada trilogía de los ochenta, porque siempre saldrá perdiendo por uno u otro costado. Pero, sin duda, James Mangold sabe recoger el legado con absoluto respeto sobre el material que maneja.
Y permitidme un apunte personal. En septiembre de 1989, tuve la ocasión de vivir en primera persona el estreno de Indiana Jones y la última cruzada. En el Gran Teatro Fleta de Zaragoza, con una capacidad para 1700 personas, apenas cabía un alma. Desde aquella lejana proyección, jamás he vuelto a sentir el silencio que provoca el suspense generado por una película. Jamás. Con Indiana Jones y el dial del destino casi estuve a punto (por poco) de regresar a esa misma vibración.
Aquí en este enlace os dejo el tráiler.