“Coda: Los sonidos del silencio”

Hace unos días, en una de las galas más polémicas que se recuerdan, la película Coda: Los sonidos del silencio se alzaba con tres premios Óscar: mejor película, mejor actor secundario (Troy Kotsur) y mejor guion adaptado. Hace unos meses, la simple idea de convertirse en la película del año era bastante improbable, dada la presencia de otros grandes títulos como “El poder del perro” de Jane Campion, “West Side Story” de Steven Spielberg o “Dune” de Dennis Villeneuve. De alguna manera, por muy inexplicable que nos parezca, este remake norteamericano de “La familia Bélier” ha ido conquistando poco a poco el corazón de muchos espectadores. Y lo que es más importante, el corazón de aquellos que la votaron mayoritariamente. Al convertirse en la gran triunfadora de Sundance 2021 ya se le auguraba un estupendo recorrido en la temporada de premios.

CODA es el acrónimo en inglés de Child of Deaf Adults, es decir, hijo de adultos sordos. Este término fue acuñado por Millie Brother, quien también fundó la organización CODA, la cual funciona como centro de recursos para estos hijos que deben vivir entre dos mundos: el de los sordos y el de los oyentes. En la mayoría de los casos estos hijos sirven de enlace entre sus padres y el mundo de los sonidos.

Según la estadística mundial, el 90% de los niños y niñas nacidos de adultos sordos pueden oír con total normalidad, dando lugar, por tanto, a una comunidad significativa y extendida por todo el mundo. Muchos de ellos no se identifican necesariamente con el “mundo oyente” o el “mundo sordo”, simplemente se consideran codas. Es decir, un puente entre estos dos mundos, pero no dentro de ninguno.

En esta película dirigida por Siân Heder, Ruby (Emilia Jones) es el único miembro oyente de una familia de sordos. A sus 17 años, debe compaginar sus estudios con el negocio pesquero familiar. Ávida de encontrar nuevas aficiones, Ruby decide probar suerte en el coro del instituto, actividad en la que no sólo descubrirá una latente vocación por el canto, sino también una fuerte atracción por el chico con el que debe preparar un dueto. Su entusiasta, y algo excéntrico, profesor (Eugenio Derbez) ve algo especial en ella, animándola a que piense en la posibilidad de entrar en la escuela de música. Llegados a este punto, la joven se encontrará en una difícil decisión entre sus estudios y su familia.

En los últimos años se ha venido a usar de forma bastante habitual el término feel good movie, que hace referencia a aquellas películas que incitan al optimismo o a la felicidad. En español vendría a ser el equivalente de amable, agradable o reconfortante. “Coda” responde claramente a este significado. Y es precisamente esta condición la que la convierte en un título familiar muy apreciado por el público.

Siân Heder se esfuerza por alejarse del original francés, trasladando la acción a una comunidad de pescadores de la costa de Massachusetts. Con toda probabilidad esta es una de sus mayores virtudes, creando unas dinámicas similares a “La familia Bélier”, pero lo suficientemente diferentes para generar cierto interés en los espectadores que ya conocían la historia. Sin embargo, el hilo conductor no se separa ni un ápice del modelo del que parte, aspecto que irá en contra del factor sorpresa y emocional que supone el desenlace.

Este remake está plagado de buenas intenciones, aunque habría que realizar un debate sobre si es necesaria su existencia. Para entender un poco más sobre ello, hay que señalar que el público norteamericano, en su mayoría, no consume cine en otros idiomas. Las películas subtituladas se consideran minoritarias. Por ello, los éxitos internacionales suelen sufrir sus propias versiones, con el objetivo de introducirse en el mercado de los Estados Unidos. Aun así, resulta paradójico como una gran parte del metraje de “Coda” necesita del apoyo de los subtítulos a la hora de entender las conversaciones entre los personajes sordos y la protagonista.

A pesar de esta condición, si una película como “Coda” ayuda a visibilizar a esta comunidad a nivel mundial el objetivo ya estará cumplido. De hecho, por si sola, resulta ser una propuesta cercana que agradará a todos aquellos que piensan que un mundo mejor es posible. Un mundo en el que hay que poner en valor el poder de la comunicación por encima de lo demás. No es extraño, en los tiempos tan convulsos que vivimos, que una película como esta triunfe. No es la primera vez que ocurre.

En este enlace encontraréis su tráiler.

 

Francisco Javier Millán

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