“Cazafantasmas Más Allá”, sembrando un nuevo camino afectivo

No puedo empezar este artículo sin dar antes las gracias, de una manera casi reverencial, a Jason Reitman. No solo ha logrado captar el espíritu emocional de la primera película de Cazafantasmas, sino también firmar la que es, probablemente, la mayor carta de amor a una manera irresistible de hacer cine. Y de paso realizar una película a modo de despedida y homenaje al tristemente desaparecido Harold Ramis. Cazafantasmas Más Allá es también un vehículo realizado desde el cariño familiar, de un hijo hacia un padre cuya obra tendría que ser más reivindicada.

En 1984, Ivan Reitman estrenaba, para sorpresa de todos, la que sin lugar a dudas sería la película más importante de su filmografía. Hasta ese instante, su carrera se vinculaba a las comedias delirantes, en concreto a aquellas cuyo origen lo encontramos en la generación de cómicos más deslumbrante que ha dado la televisión norteamericana. Es por ello que no podemos pasar por alto la influencia decisiva del programa Saturday Night Live. Reitman produciría Desmadre a la americana (1978), título de culto para toda una generación, y pasaría a la silla de dirección con Los incorregibles albóndigas (1979) y El pelotón chiflado (1981). Esta última, se podría considerar una especie de borrador del potencial humorístico de Harold Ramis y Bill Murray. A este equipo se vino a sumar Dan Aykroyd, actor y también guionista que ya había conocido las mieles del éxito con Granujas a todo ritmo (1980). De Aykroyd parte la idea original de Los Cazafantasmas (1984), ya que, según ha recordado en varias entrevistas, su familia tuvo una vinculación bastante llamativa con lo paranormal.

El verdadero triunfo de la película original vendría gracias a ese estupendo maridaje entre comedia y género fantástico. En ocasiones las escenas no escatimaban en provocar sustos en los espectadores, pero sin abandonar el tono irreverente que dominaba gran parte de los diálogos expresados por Bill Murray. Y aunque el filme, no se cortaba en lanzar algunos chistes para adultos, fue el público más joven quien la aupó hasta la dimensión de culto que hoy se profesa. Esta deriva más infantil fue determinante a la hora de transformar el formato en serie de dibujos animados, aspecto que terminaría salpicando a la secuela que llegaría años más tarde.

Columbia Pictures llevaba décadas intentando levantar de nuevo la saga. Las negativas continuas de Bill Murray, sobre todo por estar inmerso en una carrera más orientada al cine de autor, y el inesperado fallecimiento de Harold Ramis, nublaron cualquier posibilidad de que aquello se convirtiera en realidad. El último clavo en el ataúd se produciría en 2016 con el estreno de la versión dirigida por Paul Feig, considerada un cúmulo de despropósitos motivados por un guion anodino y un elenco poco afortunado.

No es descabellado pensar que fuera en este punto cuando la familia Reitman tomase la decisión de coger las riendas. A veces es necesario tocar fondo para resurgir de las cenizas. Jason Reitman, con una carrera estimable, en especial por Juno (2007) y Up in the air (2009), asumía el relevo de su padre con el fin de devolver la merecida dignidad a la saga.

En esta ocasión abandonamos Nueva York, marco inconfundible de las anteriores, para viajar a Summerville, una tranquila localidad en la que habitualmente nunca pasa nada. Poco a poco sus habitantes comenzaran a sentir extraños movimientos de tierra que parecen proceder de una mina abandonada. Muchos creerán, en este arranque, estar viendo un episodio de Stranger Things, con la que comparte, casualidad o no, a uno de sus protagonistas. Si bien esta serie viene a actuar como instrumento de veneración a la década de los 80, la película de Reitman sigue sus pasos remarcando, más si cabe, los elementos fantásticos juveniles, en detrimento del humor más adulto. Precisamente este es su gran acierto, ya que el nuevo filme pone su punto de mira en las producciones Amblin con inusitada eficacia. Se trata, sin ningún género de dudas, en la película más Amblin fuera de Amblin. Una suerte de Goonies con fenómenos paranormales, una mina abandonada donde se guarda un gran secreto, y un sinfín de referencias al título original que no dan tregua al fan más veterano.

En el apartado de los actores destaca, por encima de todos, McKenna Grace, en el papel de la nieta de Egon Spengler, y, por tanto, digna sucesora del negocio de su abuelo. Su interpretación sabe mimetizar el recuerdo del personaje que creó Harold Ramis, hasta el punto de revalorizar su imagen de cara al ejercicio nostálgico que supone la cinta. Los espectadores, sobre todo los más jóvenes, agradecerán la presencia de Paul Rudd, el Ant-Man de Marvel, al que el estilo Cazafantasmas le viene como anillo al dedo. Se nota que ha disfrutado a lo grande con su participación en esta secuela.

Esta película tiene a su vez las raíces suficientes para servir como punto de partida hacia una nueva mitología, entremezclada siempre con la respetuosa mirada hacia el original. De hecho, la propuesta de Jason Reitman es capaz de expandir un punto de vista del que tan solo conocíamos retazos hasta ahora.  En su guion hay misterio y humor por partes iguales, y posee ese aroma a aventura juvenil de verano. Asimismo, se aleja del cinismo aséptico de buena parte del cine actual, y conecta con el público apelando al verdadero espíritu emocional. El filme actúa a modo de reconexión con la vocación cinéfila, y dialoga con aquellos espectadores, entre los que me incluyo, que creen que un cine familiar de calidad es posible en estos tiempos que algunos directores prefieren que sigan siendo extraños.

Curiosa es también la forma de encarar el aspecto técnico del filme. Desde unos efectos especiales deslumbrantes, atados a cierto estilo artesano de antaño, pasando por una banda sonora que referencia constantemente a las notas creadas por el añorado Elmer Bernstein. En verdad, llama la atención como la música adquiere la importancia que se merece por encima de la mezcla del resto de efectos sonoros. Una forma de montaje que parecía querer olvidarse, por culpa de la moda que impone usar muros de sonido sin entidad alguna.

Solo cabe esperar si Cazafantasmas Más Allá, al igual que ha conseguido Cobra Kai en la televisión, abra una ventana a nuevas aventuras tanto de nuestros queridos personajes, como de aquellos que están todavía por venir. Ojalá su éxito eleve al género fantástico a las mismas cotas de maestría alcanzadas en la década de los 80. Regresar a un tiempo, y hacer partícipe de ello a las nuevas generaciones, en el que soñábamos con poseer una mochila de protones. La puerta al más allá está abierta de par en par, ahora toca sembrar un nuevo camino afectivo a una nueva generación.

Si queréis ver su tráiler, lo encontraréis en el siguiente enlace.

 

 

Francisco Javier Millán

Read Previous

“Todas las criaturas grandes y pequeñas”, segunda temporada

Read Next

Las mejores bandas sonoras de Disney en el Palau de la Música

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información. ACEPTAR

Aviso de cookies