Encontrar en nuestros días una película de superhéroes que realmente nos entusiasme se convierte en una empresa harto complicada. El problema fundamental reside en la saturación a la que Hollywood nos ha sometido en los últimos años. Más de una década en la que ha reinado MARVEL/DISNEY, cuyo trono parece comenzar a ser arañado por su competencia directa: DC/WARNER. Esta última, poseedora de los derechos de explotación de personajes tan icónicos como Superman y Batman, parecía no encontrar el tono adecuado a la hora de seducir a un amplio espectro de la audiencia. Contra todo pronóstico, y tras tres intentonas con sus más y sus menos, llega la que se puede considerar la auténtica salvadora de este universo compartido.
Dos mujeres han obrado el milagro. Por un lado Patty Jenkins, directora proveniente de la televisión, que también tiene en su haber la película “Monster” (2003), un contundente drama protagonizado por Charlize Theron y Christina Ricci; y por otro, Gal Gadot, actriz israelí, cuyo rostro es capaz de enamorar con tan solo una mirada. Wonder Woman es un personaje construido a su medida, pero no hubiera tenido la resonancia que está acaparando si no fuera por su absoluta implicación.
La película discurre a modo de flashback en una época irrepetible, en un mundo asolado por la Primera Guerra Mundial. Un tiempo donde los verdaderos héroes son forjados y donde las hazañas bélicas serán recordadas con un halo mítico. En gran medida DC usa la misma estrategia utilizada por MARVEL en “Capitán América: El Primer Vengador” (2011), introduciendo a su personaje en un entorno donde la aventura y la nostalgia se dan de la mano.
La directora dota a la cinta de un clasicismo trepidante que no se veía desde los 80. Un todo por el todo en base a una serie de secuencias espectaculares (el ataque en las trincheras y el campanario) mezcladas con otras en las que la protagonista crece y empatiza con nosotros (la tienda de ropa). En ocasiones recordará por su inocencia a otra obra capital del género fantástico como lo es “Rocketeer” (1991) de Joe Johnston. Cine elaborado con pasión y sobre todo con mucha alma.
Desde las primeras imágenes, en la isla perdida de las amazonas, sabemos perfectamente que nos encontramos ante algo brillante. Sus creadores, sin olvidar en ningún momento el sentido del espectáculo, son conscientes de la necesidad de armar firmemente a un personaje, con el que literalmente nos harán volar a lo largo del metraje. En este punto toma especial importancia la subtrama romántica, magníficamente representada entre Gal Gadot y su compañero Chris Pine. Éste último nos hará añorar a esos viejos héroes sin cortapisas, sin ínfulas metafísicas, llenos del ímpetu que les hace ser lo que son, sin tener que estar demostrando constantemente su lado más psicológico.
También algunos verán en este film destacados paralelismos con “Superman” (1978) de Richard Donner, la película que lo empezó todo. Ambas tienen la misma savia de la mirada inocente. Ésa que nos hizo creer que un hombre era capaz de volar.
Mucho tendrá que cambiar la cosa, pero, probablemente, estemos ante la mejor película de superhéroes de lo que va de año. De esos títulos que desearías haber visto durante la adolescencia. No es de extrañar que se convierta en una referencia para toda una generación, tiempo al tiempo. Su único punto flaco, tener que esperar dos años para ver su continuación.
