“Wonder Woman 1984” era una película largamente esperada, sobre todo en un año en el que los grandes estrenos han brillado por su ausencia dentro del nuevo paradigma creado en estos meses de pandemia. Las salas de cine la han recibido como agua de mayo, a modo de pistoletazo de salida a una temporada navideña atípica.
La directora Patty Jenkis y Gal Gadot vuelven a hacer brillar a la heroína de DC Cómics. En 2017 su deslumbrante presentación, ambientada en la I Guerra Mundial, dio lugar al título más popular de la compañía. Esta saga no ha gozado de la misma popularidad que su competidora Marvel. Las aireadas críticas en varios de sus episodios han dañado su imagen de una manera contundente.
Esta secuela contiene el año 1984 en su título no como mera ubicación histórica, sino también como toda una declaración de principios. Tras el deslumbrante prólogo en la isla de las amazonas, pasamos a una divertidísima introducción que para nada desentona con el tono de algunas de las producciones de los 80. Es más, algunas de las primeras peripecias recuerdan al inicio de “Superman III” (Richard Lester, 1983). Es precisamente la saga de Christopher Reeve la que sobrevuela como espíritu inspirador de este nuevo film de Wonder Woman. La historia pretende maravillarnos de forma progresiva, ganándonos con todos y cada uno de los personajes principales.
Muchos la acusaran de argumento naif y bienintencionado. Su discurso es vitalista, y va en contra de tendencias donde priman los héroes oscuros y complejos. El nuevo film de Patty Jenkis es luminoso, de mensaje positivo y necesario. Una mirada inocente a un cómic al que no le hace falta profundidad, pero sí toneladas de fantasía y diversión. “Wonder Woman 1984” cumple de largo con todos estos ingredientes, haciendo que volvamos a reivindicar la década de los 80, y no solo con el prisma de la nostalgia que suscita. Aquellos años se recuerdan todavía con pasión no por casualidad.
Gal Gadot se mete de nuevo al personaje en el bolsillo. Y traer a Chris Pine resultaba arriesgado, pero su aparición está fantásticamente integrada. Ambos denotan carisma, culminando su arco en un momento de enorme vinculación emocional. Y no nos podemos olvidar de una divertida Kristen Wiig, una suerte de trasunto del Clark Kent ochentero; y de la delirante presencia de Pedro Pascal, el equivalente actual de lo que serían Gene Hackman o Robert Vaughn en aquellas películas del héroe de Krypton.
No es una película de grandes escenas de acción. Es una propuesta diferente, arriesgada en su planteamiento y macguffin. No apta para estos tiempos donde abunda el cinismo y la destrucción de los valores emocionales. Una obra única y humanista. Una de las mejores películas de este 2020. Si tuviera la piedra de los deseos, desearía que hubiera más estrenos como este. Podéis ver su trailer pinchando en el siguiente enlace.