Las películas de galeones y aventuras siempre nos han reportado gran fascinación. Recordemos, por ejemplo, Master and Commander , aquella en la que el capitán británico Jack Aubrey (Russell Crowe) debía perseguir a un buque de la armada francesa durante las guerras napoleónicas. ¿Te imaginas si hoy en día pudiéramos ver una de esas embarcaciones surcando los océanos?. En parte podemos vivir esa experiencia, aunque en dique seco y en el interior de un museo, en Estocolmo.
Nuestra recomendación viajera de hoy nos lleva a la bellísima capital de este país nórdico. Una ciudad que mira directamente hacia el mar y que está repartida, en su área de influencia, en cientos de islas. En una de ellas, en concreto en la isla de Djurgarden, se encuentra el llamado Museo Vasa, hogar del buque de guerra del mismo nombre, considerado el único navío del siglo XVII que se ha conservado hasta nuestros días prácticamente intacto. Su perdurabilidad en el tiempo se debe, paradójicamente, a su hundimiento en el mismo día del viaje inaugural.
Sus grandes dimensiones, 52 metros desde la punta del palo mayor a la quilla y 60 metros de proa a popa, junto a sus diez velas y distintos niveles, le hacían pesar la friolera cifra de 1200 toneladas. Gustavo Adolfo II Vasa, de aquí el nombre del buque, rey por aquel entonces de Suecia, solicitó un puente extra para albergar un mayor número de cañones a bordo. Tamaña petición provocó que los constructores tuvieran que diseñar dos superestructuras con el fin de albergar estas armas de fuego.
El que tendría que haber sido el barco de guerra definitivo, acabó sus días en el fondo marino el 10 de agosto de 1628, a escasos trescientos metros de tierra. Al escorarse por culpa del viento, el agua no tardó en entrar por las ventanas de los cañones. Treinta, de los doscientos tripulantes que llevaba, fallecieron en el fatal accidente.
Las condiciones de baja salinidad del mar Báltico y la ausencia de moluscos que hubieran corroído los tablones de madera, hicieron que el navío se pudiera rescatar del fondo en la década de los 50 del siglo pasado. Esta tarea ingente dio lugar a un complicado proceso de conservación, ya que el impacto ambiental de la superficie sobre la estructura podría amenazar seriamente a su integridad.
Años posteriores el gobierno sueco decidió crear un museo para albergar el Vasa de manera permanente. En junio de 1990 dicha instalación fue inaugurada, siendo desde entonces uno de los museos más visitados de Suecia. Podéis entrar en su web oficial pinchando en el siguiente enlace.