Estoy leyendo un libro que me está fascinando. Ya os hablaré de él, Familias Activas. Me sentí muy identificada con algo que decía una de sus protagonistas sobre sí misma, al menos durante una etapa de mi vida. Decía que todo el mundo estaba equivocada en la percepción que tenían de ella. Creían que era mucho más segura de lo que de verdad era, porque se escondía detrás de la palabras. Seguía diciendo que a lo largo de su vida, había tenido muchas teorías, muchas explicaciones para todo, sin embargo, le había faltado lo más importante: “hacer”, dar un paso adelante. Pensar no es suficiente. A mí me pasó eso durante mucho tiempo, en parte por falta de recursos de diferentes tipos. Cuando era pequeña tenía muchas inquietudes, pero los niños de antes no teníamos la suerte de los de ahora, sobre todo los que crecimos en pueblos. Por eso, porque ahora es distinto, os recomiendo que busquéis talleres creativos para los peques y a continuación os cuento por qué.
Talleres de creación: la oportunidad de construir
Por qué un taller y no todo un curso
Quizá os la hayáis preguntado. Apostamos mucho por este tipo de formación precisamente por su vocación práctica. A diferencia de otras modalidades, en ellos lo más importante es aprender a hacer algo y, generalmente, el resultado final es una obra propia o colectiva. Es importante que los peques sepan que con estudio y esfuerzo aquello que tienen en mente puede hacerse realidad y que, para ello, solo necesitan sus manos y su imaginación.
Además, como suelen salir entusiasmados, siguen investigando en casa. Si esto sucede, os recomendamos que les deis alas y que, dentro de vuestras posibilidades, les ofrezcáis todas las herramientas posibles para que continúen su exploración y su proceso de creación.
Trabajar en equipo: aprenden de los demás
Por supuesto, trabajar en equipo les ayuda a ser tolerantes, comprensivos, a enfocarse en el resultado y no en el mérito individual. Pero en lo que se refiere a la creatividad, tiene otra ventaja de la que suele hablarse poco. Los compañeros se convierten en maestros. Esta es una de la principales diferencias entre las clases particulares y la de los talleres. Los compañeros tienen conocimientos diferentes a los suyos, ideas diferentes a las suyas, algunas de las cuales no se les habrían ocurrido de no haber sido por tener a su compi al lado.
De este modo, unos y otros amplían sus áreas de interés e incluso la amplitud de su imaginación. Dos piensan mejor que uno, precisamente porque piensan de manera diferente.
Fomento del carácter emprendedor
El emprendimiento está de moda, a pesar de que mucha gente mira con recelo este concepto cuando se trata de niños. Quizá porque solemos relacionarlo con el mundo empresarial. Pero “emprender” significa “empezar”. Es decir, estos talleres entrena su proactividad, la toma de iniciativa, con los medios que uno tiene. No esperar a tener las circunstancias ideales sino intentar sacar lo mejor de ti mismo, dentro de tu propio contexto. Una actitud que fomenta el despertar de la pasión por lo que a uno le gusta, algo sustancial una época donde muchos niños y jóvenes admiten no sentir ilusión por aquello que hacen.
Los talleres, sea cual sea la disciplina, los introduce en diferentes campos de creación, ya sea artística, tecnológica, culinaria… Gracias a ellos, podrán descubrir sus pasiones, aquello que de verdad les gusta, más allá de los objetos. Al mismo tiempo, les ayudará a tener una mentalidad proactiva, a la costumbre de accionar, de no quedarse solo en el deseo sino en ir más allá. Solo por el gusto de aprender, mejorar y materializar lo que tienen en la imaginación.
