¿Hay mejor manera de empezar el año que ver sobre el escenario un clásico modernizado? No, por eso, aún todavía con la resaca de la nochevieja, la familia al completo fuimos al Teatro Reina Victoria de Madrid. Representaban Tarzán, El Musical y la elección fue un acierto total. Una hora y media en la que todos cantamos, bailamos, reímos, cogimos caramelos y, una vez más, mis hijas escucharon a alguien, que no es papá ni mamá, insistir en lo importante que es cuidar la naturaleza y proteger a todos los animales que viven en ella.
Ninguna de mis dos hijas conocía la historia del hombre-mono (aunque la mayor, Elena, de seis años, dijera que sí porque había visto en la televisión la serie de dibujos animados George de la jungla). Pero incluso Ana, que aún no ha cumplido los tres años y que al empezar la función no tenía muy claro si quería quedarse en la sala, pronto fijó su vista en el escenario y no volvió a abrir la boca. Incluso se puso su careta de jirafa (las dan al principio de la representación) para ayudar a Tarzán a salvar la selva de Tobey Carton, un millonario sin escrúpulos, que hizo creer al científico Mr. Joseph Bishop y a su hija, Jeanette, que quería encontrar un importante cementerio de elefantes, cuando en realidad lo que buscaba era el tesoro que bajo él se escondía. Ajeno a sus malvadas intenciones, Tarzán iba salvando a la expedición de los peligros que los acechaban: cocodrilos, serpientes, arañas… Hasta que la simpática Chita, la gorila que lo encontró cuando era un bebé, escucha a Carton cuál era en realidad su malévolo plan… Asustada, corre a avisar a amigo.
Razones por las que tienes que ver Tarzán, el musical
¿Qué tiene este musical que lo hace especial? Canciones, muchas canciones (por cierto, impresionantes las voces de los actores), buenas coreografías (incluso alguna que otra acrobacia), diálogos chisposos con toques de actualidad y gracietas pensadas para los padres. ¡Se agradece!
Pero en Tarzán también hay hueco para el amor (para sonrojo de mi hija mayor). Junto a la expedición, viaja Jeanette, la cursi hija de Joseph Bishop que, un tanto ñoña y muy dada a inventarse palabras, acaba sufriendo una increíble transformación. Jeanette y Tarzán se enamoran y juntos consiguen dar un final feliz a este musical.
Otra de las cosas que más nos gustó es que desde el principio los personajes consiguen que los niños participen en la obra. Les preguntan, les piden su opinión, suplican su ayuda… y tanta colaboración tuvo un premio final: hacerse fotos junto a los protagonistas cuando bajó el telón.
En el viaje de vuelta a casa tocó interrogatorio: Mamá, ¿cuéntame otra vez quién era Tarzán y qué les pasó a sus padres? Si estaba solo en la selva, ¿quién le daba de comer? ¿Chita se hizo su madre? ¿Y por qué no va vestido? Definitivamente, les había gustado.