Cuando mi hija me propuso ir al musical de Peter Pan, sonreí, pensé en la canción del Canto del Loco y me dije: “Hoy voy a dejar que mi Peter Pan interior me abrace y que campanilla me guíe y me guarde en esta aventura”. Y es que iba a volver al País de Nunca Jamás a cantar, a reír y a vivir de nuevo una de piratas.
Cuando se es adulto, los médicos deberían de recomendarnos no solo que controlemos nuestro peso, nivel de colesterol, triglicéridos, hierro o azúcar, sino también que controlemos nuestros niveles de fantasía en sangre y, de paso, que nos recetasen píldoras de sueños, juegos y risas. Peter Pan, el musical que se representa en el Teatro Maravillas de Madrid (sábados a las 16.30 horas), es un buen remedido para todo esto.
Esta versión de Peter Pan va ya por la segunda temporada en cartel y, a juzgar por lo que presenciamos, cumple una tercera y una cuarta seguro. Una maravillosa puesta en escena con 10 actores-cantantes que dan vida a más de 20 personajes que cantan, bailan y nos regalan soprendentes números acrobáticos.
El espectáculo comenzó con unos primeros chascarrillos infantiles con los que Peter Pan y sus amigos arrancaron las carcajadas de los chavales sentados en sus asientos, mientras que Wendy y sus hermanos emprendían viaje al País de Nunca Jamás para jugar con los niños perdidos y luchar contra el malvado Capitán Garfio y sus piratas. ¡Todo pintaba genial! Cuando los niños anunciaron su marca, mi hija me susurró al oído: “Ahora les enganchan una cuerda por detrás y vuelan”, pero no ocurrió. Elena se quedó un poco triste, pero pronto se la olvidó al ver el efecto de campanilla, a la que le acompañaba una luz láser y una voz de helio.
Un homenaje a las madres y las abuelas
La representación continúo con grandes canciones, paseos de los actores por el patio de butacas y coreografías sencillas que relataban la historia en el País de Nunca Jamás. Tras enfrentarse a Garfio y al señor Smee y liberar a la mejor amiga de Peter Pan, la princesa india Trigidia, comenzaron las preguntas: “¿Cómo volvemos del País de Nunca Jamás?”, “¿Y por qué regresar?” o “¿Cuándo hacerlo?”. Hasta ese momento, los Darling estaban felices en este mundo de fantasía, de risas y de juegos, pero el personaje de su madre surge con un actor inesperado cuando Wendy y sus hermanos hablan a los niños perdidos de ella. Y es la nostalgia de esa madre la que hace que nazca el deseo de volver a casa, al colegio, a las rutinas de cada día…
No me quiero olvidar de lo que me pareció un bonito homenaje a las abuelas, y es que este musical empieza con una niña y su abuela contando el cuento de Peter Pan. La anciana parece que se va a echar alguna que otra cabezadita y hasta se le oye un ronquido, pero por nada del mundo dejaría de narrarle a su nieta esta magnífica historia. No soy médico, pero creo que esa es la píldora de fantasía que podemos ingerir los adultos: leer en voz alta cuentos a nuestros hijos, nietos o sobrinos.