Llega a las salas de cine Guardianes del museo, protagonizada por unos gatos que han estado protegiendo las obras maestras del Museo del Hermitage en San Petersburgo. Esta película para toda la familia se basa en una historia muy real.
La leyenda del gato Basilio
Dicen que todo empezó con un gato traído desde Holanda por Pedro el Grande. Este fue llevado al Palacio de Invierno de San Petersburgo, en Rusia, cuando aún era de madera. Según la leyenda, el felino se llamaba Basilio. El zar vio muy apropiado promulgar un decreto que ordenase “tener gatos en los graneros para protegerlos y espantar a ratones y ratas”.
En el siglo XVIII, el Palacio de Invierno fue invadido por las ratas, las cuales estropearon el edificio royendo las paredes. La emperatriz Isabel I, que reinaba entonces, tomó prestada aquella idea de Pedro el Grande. En la ciudad Kazán, otro decreto estableció que las calles estuvieran libres de roedores, así que llevó a treinta gatos al palacio. No tardaron en hacer su trabajo y casi todos los ratones desaparecieron. Fue tal la proeza que se erigió una estatua que se conoce como el Gato de Kazán, y si lo acaricias, dicen, da buena suerte.
Cuando a Catalina II le tocó el turno de gobernar, el palacio se amplió y se fundó el Hermitage. Sin embargo, había un problema. A Catalina no le gustaban los gatos. Con el tiempo se rindió a la evidencia, y dejó que se quedaran y les dio el estatus de “guardianes de las galerías de arte”. A partir de entonces los gatos se instalaron de forma oficial en el museo para siempre.
Los gatos del Hermitage hoy en día
En la actualidad, los gatos pueden pasear con libertad por el Hermitage. No obstante, no se les permite entrar en las salas del museo. Viven y cazan en la red de sótanos y bodegas, cuya longitud alcanza la friolera de veinte kilómetros. Allí tienen una vida cómoda. Todas las habitaciones disponen de pequeños pasadizos y las tuberías que van a la bodega están cubiertas con rejillas.
Debido a ello, el museo celebra cada primavera, a finales de mayo, el Día del Gato del Hermitage. Esa jornada, todos los gatos se ponen a disposición de los visitantes para que los contemplen, y los sótanos y desvanes donde viven se abren al público. Para los animales también es un día importante, ya que es el único que se le permite entrar en las salas de exposición.
Adopción y club de fans
Hay un límite de población, que ronda los sesenta. Cuando se sobrepasa, el museo pone en marcha la maquinaria de adopción. Pero los gatos no se dan a cualquiera. Convertirse en propietario de un gato del Hermitage es un gran honor y una gran responsabilidad. Antes de entregar el felino, se entrevista al posible propietario y se registran sus coordenadas y los datos de su pasaporte. Se da prioridad a las familias; los gatos no están preparados para ser entregados a pisos comunales o de alquiler. El nuevo dueño recibe un certificado de “Propietario de un gato del Hermitage”, que le da derecho a visitas gratuitas a las salas de exposición de por vida.
En el presupuesto del museo no hay ninguna partida para mantenimiento de los gatos; la comida se compra con donativos de visitantes, personal del museo y patrocinadores. Pero los gatos tienen un gran número de fans, por eso su bienestar está asegurado. El museo cuenta con un “Club de Amigos de los Gatos del Hermitage” para organizar todos los mimos recibidos. Estos felinos cuentan con tres cuidadores a su cargo, su propio jefe de prensa y hasta su perfil de Instagram: @hermitagecats. Todos los gatos tienen pasaporte, cartilla veterinaria y figuran como “especialista cualificado” en limpiar de ratas el museo. En marzo de 2016, los gatos del Hermitage fueron incluidos en la lista de atracciones que según la publicación británica Telegraph son de visita obligada.
En este enlace podréis ver el tráiler de la película Guardianes del museo.