La lista de Schindler regresa de nuevo a los cines 25 años después de su estreno. Una película fundamental para entender en su totalidad la carrera de un cineasta como Steven Spielberg, y muy necesaria, incluso, para los tiempos que vivimos actualmente. Es de este tipo de historias que hay que dar a conocer a los más jóvenes. Siendo su reestreno una gran oportunidad para aquellos que nunca pudieron verla en pantalla grande.
El artículo de hoy está extraído directamente del capítulo que dedico a este film en el libro “Generación Goonies: Los años dorados de la productora Amblin”, publicado por Diábolo Ediciones. Para más información sobre el mismo, os dejo un enlace a la web de la editorial.
QUIEN SALVA UNA VIDA, SALVA UN MUNDO ENTERO
La lista de Schindler (Schindler’s list, Steven Spielberg, 1993) resultó ser el fin de toda una etapa en la vida personal y profesional de Steven Spielberg. El fin de un ciclo que iba más allá de los premios ganados y las recaudaciones conseguidas. Según sus palabras: “Hacer la película no solo reforzó mi fe, sino que cambió el curso de mi vida para siempre”.
Sid Sheinberg, el ejecutivo de Universal que le dio el impulso para que Richard D. Zanuck confiase en él para dirigir Tiburón (1975), compró los derechos de la novela El arca de Schindler, poco después del estreno de E.T. el extraterrestre (1982). Para entonces el cineasta no estaba del todo convencido, demorando el proyecto durante casi una década. Antes tendría que realizar un viaje de carácter iniciático, pasando primero por El color púrpura (1985) y El Imperio del Sol (1987), dos pasos imprescindibles para conseguir la madurez necesaria. La crítica seguía creyendo que su cine estaba excesivamente infantilizado e influido por el síndrome de Peter Pan, y que no lograba afianzarse en los códigos del melodrama.
En los 90 el proyecto volvió a resurgir con Spielberg como productor y Martin Scorsese como director. Hasta incluso tentaron a Roman Polanski por su vinculación con ciertos sucesos acaecidos durante su infancia. El director de La semilla del diablo (1968) y Chinatown (1974) rechazaría la oferta, explicando que le gustaría acercarse a esa etapa histórica pero desde una perspectiva más personal. En su cabeza ya rondaba el germen de lo que luego sería El pianista (2002), una extraordinaria película que nada tiene que envidiar a La lista de Schindler. Tras las negativas de Polanski y Scorsese, Spielberg tomaría finalmente las riendas, no sin antes empezar a negociar con Universal la financiación necesaria.
SECUENCIAS PARA EL RECUERDO
Resumir sus más de 180 minutos de metraje se convierte en una tarea casi imposible, y más teniendo en cuenta la impronta que genera en los espectadores.
El film comienza con el logo de Universal en absoluto silencio, únicamente roto por el chasquido de una cerilla en la oscuridad. Una vela preside la oración del sabbath en la casa de una familia judía y cuando el humo se va disipando, pasamos bruscamente al vapor de un ferrocarril. Diferentes grupos de judíos llegan a la estación con el fin de inscribirse en el censo. Más de 10.000 individuos deben ser controlados por el dispositivo de la administración alemana. Listas de gente anónima que terminan fundiéndose con la presentación de Oskar Schindler (Liam Neeson), un hombre que no duda en llevar el pin de la esvástica en un traje hecho a medida.
Spielberg presenta a su héroe de manera discreta con planos detalle, siempre dándonos la espalda, hasta que, de manera fugaz, la cámara gira y vemos su rostro. Los flashes de las cámaras se suceden a ritmo de tango en uno de los locales de moda de la noche polaca. El personaje se revela como un individuo capaz de sobornar a los oficiales del ejército alemán con el fin de conseguir beneficios económicos a toda costa. Oskar, con su aire de canalla irresistible, engatusa con sus encantos a hombres y mujeres por igual.
En los minutos siguientes vemos las calles de Cracovia en los días previos al desalojo del gueto. Curiosamente en este tramo se introducen una serie de gags que funcionan como contrapunto del clima enrarecido que se palpa en la ciudad.
Dentro del viaje interior que vive Schindler, Itzhak Stern (Ben Kingsley), su contable, le presenta a un operario manco que trabaja en la cadena de montaje. Este mecánico de la máquina de prensado, considerado un “trabajador esencial”, recibirá un tiro en la cabeza en una escena francamente terrorífica. Mientras tanto, objetos, utensilios, maletas y fotografías son almacenados. Miles de recuerdos perdidos tras los desahucios y la reclusión de todos los habitantes hebreos.
La terrible noche del 13 de marzo de 1943, un momento “histórico” para el despiadado oficial Amon Goeth (Ralph Fiennes), es mostrada con una larga secuencia que prescinde de la música, al igual que ocurría durante el ataque del T-Rex en Parque Jurásico. La violencia y el terror sin interrupción provocan momentos angustiosos para la población, en uno de los clímax más contundentes rodados por su director. Se viven diferentes tragedias personales: un médico aplica la eutanasia a sus pacientes enfermos; los hombres son separados de las mujeres; otros intentan huir por las cloacas; y la oscuridad se rompe por las ráfagas de las ametralladoras mientras un alemán golpea compulsivamente las teclas de un piano. La humedad, el frío y las matanzas traspasan la pantalla, haciendo palidecer por su brutalidad en un aparente caos magistralmente planificado.
La primera parte da paso al devenir de los días en el campo de concentración de Plaszow, lugar de recreo para Amon Goeth, donde demostrará todo el odio hacia los judíos desde su terraza. El relato en este punto se recrea desde muchos ángulos, dando a la obra una perspectiva muy completa de la realidad que vivieron sus verdaderos protagonistas.
La humanidad de Schindler comenzará a aflorar hasta el punto de hacer peligrar su vida con la confección de la lista que da título a la película. Sus empleados, sintiéndose en deuda con él, le entregaran un anillo en la emocional escena de despedida. Oskar en ese momento se desmorona, en un tour de force que bien se podría comparar con el desenlace final de E.T. El extraterrestre.
La película concluye con un epílogo en color delante de su tumba en el cementerio del Monte de Sión de Jerusalén. En ella, los actores, los supervivientes y sus familias van dejando piedras sobre el mármol, siguiendo la tradición judía que simboliza el alma eterna. Este cierre haría honor al enorme legado dejado por su protagonista.
OCULTANDO EL HOLOCAUSTO
Para la opinión pública de los años 40, el Holocausto solamente era un rumor sin comprobar, hasta que se produjo la llegada de los americanos y rusos a los diferentes campos de concentración. Una vez que Alemania fue vencida, muchos de los oficiales huyeron por miedo a ser ejecutados, dejando a la población reclusa en unas condiciones inhumanas.
Muchos dirigentes europeos, incluido el Papa Pío XII, tenían conocimiento del tema, pero en ningún caso tomaron las medidas necesarias para evitar el reguero de muertes que provocó La solución final, el plan maestro de Hitler para aniquilar a los judíos. Las películas de la época no se detenían en estos gravísimos acontecimientos, solo se centraban en hazañas y actos heroicos de los soldados y la resistencia.
Y aunque en los años posteriores se empezaron a realizar numerosos documentales sobre el tema, no sería hasta La lista de Schindler cuando se empezase a mostrar tal y como fue. La escena de la niña, vestida con un traje rojo en medio del desalojo del gueto, resulta ser paradigmática dentro del mensaje que se nos quiere transmitir. La pequeña recorre las calles llenas de gente mientras los alemanes ejecutan sin piedad a cientos de inocentes sin que nadie repare en ella. Con el Holocausto pasaba lo mismo, estaba presente, pero todo el mundo lo ignoraba.
El filme fue realizado como memoria histórica con el objetivo de no repetir los mismos errores en futuras generaciones. Nunca hay que olvidar a inocentes como aquella niña, cuyo cuerpo es transportado en un carretillo hasta una pira ardiendo.
En este enlace podéis ver el trailer del reestreno con motivo del 25 aniversario.