El Principito, la obra maestra que Antoine de Saint-Éxupery escribió en 1943, es un cuento que está en el imaginario de todos. Una obra que es difícil de catalogar para una franja de edad concreta y que tiene además muchas lecturas… Por eso, si te encanta ir acercando a tus hijos a las grandes obras literarias, no puedes dejar de llevarlos a ver el El Principito, el musical que durante esta primavera se puede ver en el Teatro Infanta Isabel (sábados a las 17.00 horas, domingos a las 12.00 horas).
Llevo tiempo tratando de que mis hijos se acerquen a este libro y, justo hace unas semanas, la mayor se fijó en el ejemplar que me leí yo casi a su edad, y se lo empezó a leer. Eso me motivó a irnos al teatro para poder ver esta obra desde otra perspectiva. Y, sin duda, triunfamos.
Una obra que refleja muy bien las palabras de su autor y que conduce, sin dejarnos tiempo de pestañear, a la perfección sus dos actores… dos… sí, dos, pero con muchas sorpresas que les hacen adoptar identidades de los más variadas.
Por el escenario encontramos a cada uno de los personajes que se describen en el libro y que nos conducen de la mano de El Principito a un viaje por toda la galaxia: el propio (y accidentado) Saint-Éxupery, que trata de arreglar su avión tras caer en el desierto; el rey sin súbditos; el vanidoso y sus #hashtags; el farolero (obligado a encendedor y apagar su farol cada dos minutos); el geógrafo estudioso que nunca salió de su planeta… pero también (y ya de vuelta en La Tierra) la serpiente, las rosas egoístas, el cordero y su caja y ese zorro adorable que solo quiere que alguien lo domestique.
Y todo esto entre bailes (sí, nosotros bailamos, y mucho) y obedecimos sin rechistar a las órdenes de un rey que nos hizo mover el cuerpo y, sobre todo, reír. Porque a pesar del fin de la historia, la trama hace que quede totalmente solapada por toda la poesía que rodea a este cuento.
Y como no hablar de la tramoya… Y es que soy muy fan de esta parte del teatro. La “forma” en la que van apareciendo los diferentes habitantes de los planetas que recorre El Principito es maravillosa, y muy importante para que los niños descubran la verdadera magia del teatro, que consiste en hacer visible los invisible… El diálogo del protagonista con las 3 flores, el encuentro con el zorro, o cómo Saint-Éxupery nos habla de sus famosos dibujos de la boa y del elefante están maravillosamente plasmados sobre el escenario y hacen que esas imágenes se graben en la retina.
A la salida del teatro el sabor de boca era maravilloso, por el buen rollo que destila y las buenas sensaciones que se transmiten: inocencia, bondad, y porque muestra desde otra óptica las peores cosas del ser humano.
Uy, que no se me olvide… mil gracias y… por favor, actor que hace de Saint-Éxupery: no cambie nunca.