La compañía Disney, sin duda, tiene marcado el año 2019 como uno de los más importantes en su ya más que longeva existencia. Si hace tan solo unos meses os hablábamos aquí del estreno de Dumbo, la adaptación a imagen real del clásico animado de los años 40 por parte de Tim Burton, ahora le toca el turno a otra de esas películas que marcan a toda una generación. El Aladdín original se estrenaba en 1992 tras el gran éxito que supuso La Bella y la Bestia (1991), probablemente la película insignia de la llamada segunda edad de oro de la compañía. Aquel film, en contraste con la vetusta propuesta musical de su predecesora, rebajaba los niveles de grandeza a un nivel más propio de la comedia de aventuras. El resultado fue del todo acertado, dando otro indiscutible clásico a su filmografía.
Era inevitable que, en la moda imperante de los live-action de Disney, la productora lo volviera a intentar con este cuento extraído de Las mil y una noches. La tecnología disponible actual facilita que esta clase de películas se conviertan en realidad, destinadas para una nueva generación de espectadores, pero sin desatender a los que vieron la original. En gran medida, esta dinámica es muy similar a la que aplicaba Disney con sus largometrajes animados más antiguos. Blancanieves y los siete enanitos (1937), por ejemplo, se vino a reestrenar décadas más tarde en sucesivos pases, con el fin de atrapar a los nuevos espectadores que nunca tuvieron la ocasión de verla en pantalla grande.
El elegido en esta ocasión es Guy Ritchie, director británico bastante irregular, que llevaba prácticamente desde los inicios de su carrea en caída libre. Llama la atención que, en el momento en el que se desprende de su modo autoral y se pone al servicio de un gran trabajo de estudio, sea solo entonces cuando acierte realizando una película con gran oficio y brillantez. Es decir, una obra que al fin conecte con los espectadores, algo que no logró con otras propuestas como Operación U.N.C.L.E. (2015) o su fallida Rey Arturo: La leyenda de Excalibur (2017). Aun así, seremos capaces de reconocer su marca durante las persecuciones o en las situaciones humorísticas delirantes.
La película está planteada como un gran vodevil en el que se presenta una Arabia de estudio, multicolor y cercana al estilo de Bollywood. Los números musicales, tomados de la original, brillan como nunca, realizando algunas set pieces grandiosas como la de Prince Alí. La cinta también acierta a la hora de rodearse de un grupo de actores apenas conocidos, pero sumamente efectivos, para después ponerse al servicio de un Will Smith divertidísimo y empático para con la historia. Smith, acallando todos los rumores que suscitaron las primeras fotografías promocionales, adapta al Genio llevándoselo a su propio terreno. Hay que reconocer que, incluso, su tendencia hacía el hip-hop resulta de lo más refrescante. La fusión funciona, y vaya si lo hace.
Si hubiera que ponerle una pega sería la elección de Marwan Kenzari como Jafar, actor que no está a la altura de semejante villano. Llama la atención que los directores de casting no hayan pensado en actores como Jeremy Irons o F. Murray Abraham para interpretarlo. Aun por ello, aciertan de pleno con Mena Massoud, como Aladdín, y con Naomi Scott, como Jasmine. Esta última tiene el honor de cantar la nueva canción compuesta por Alan Menken. Uno de esos instantes que se graban en la retina, sobre todo si uno es amante de los musicales.
Que una película logre atraparte desde el prólogo, con esa canción de Arabian Nights, enérgica y majestuosa, ya lo dice todo. Ahora solo resta esperar, con más ganas todavía, el estreno de El Rey León; mientras tanto, coge tu alfombra mágica y ves al cine que tengas más cercano. Y si es en versión original y con Dolby Atmos mucho mejor. La experiencia puede ser irrepetible.
Aquí os dejamos en este enlace el tráiler de Aladdín.
