Hace ya algunos años, nos sorprendió un personaje muy joven en Aída. Era uno de los primeros adolescentes o preadolescentes abiertamente gays de la historia de la televisión en España. Es cierto que ya había habido alguno más, pero su representación huía de la “pluma”. Fidel, interpretado por Eduardo Casanova, era distinto: un chico muy amanerado y estudioso, sin complejos desde el inicio. Algo parecido sucede con Niño Marica, de Oscar Espirita. El poeta intenta y logra entrar dentro de ese chico adolescente, con el objetivo de que veamos más allá de sus gestos, para que entendamos lo que sucede dentro de él.
Niño Marica, perfecto para adolescentes
Recuerdo que cuando estaba en el instituto, había dos grupos en clase de literatura: quienes leíamos y quienes no. El reto para la profesora, por supuesto, era enganchar a los que tenían miedo a los libros. Digo “tenían miedo”, porque en parte era algo así. Pensaban que aquello no era para ellos, que era para genios, con enormes bibliotecas en casa y pluma estilográfica. Una imagen muy alejada de la contemporaneidad.
Sabiendo esto, hizo algo muy inteligente. Se saltó el programa e introdujo lecturas cercanas a nuestra realidad. Los poemas que comentábamos en clase, hablaban de nosotros: de nuestras dudas, temores, inquietudes, del inicio del amor… Todo ello con una amplitud de miras que hizo de nosotros personas mucho más abiertas de lo que éramos cuando comenzamos el curso.
Niño Marica consigue esto. No habla de efebos, ni olimpos, ni parnasos o caballeros. No. Se trata de la confesión de un chico normal pero diferente que nos explica cómo se siente a medida que va creciendo. Así, los lectores van descubriendo que no hay mucha diferencia entre lo que les sucede a unos y otros. Bueno, sí hay una distancia: la mirada de los otros.
Aunque el poemario trata directamente el tema de la homosexualidad, de la diversidad afectivo-sexual, su apuesta por la comprensión y por ir más allá de los prejuicios es extrapolable a cualquier otra diferencia. Esto lo convierte en una lectura ideal para celebrar este Día de la Poesía
Por qué leer en familia poesía
Cuando un poeta o una poeta escribe, está inventando su propio lenguaje. Muchas veces hemos escuchado aquello de que no hay una verdad, sino que cada uno tiene la suya. Entonces, ¿por qué usar todos un mismo lenguaje? ¿No es limitante? Pensemos en palabras como “hogar”, “amor”, “pasión”, “libertad”… ninguno de estos conceptos significan lo misma para unos y otros. Por ello, los poetas se embarcan en la tarea de mirar la vida y expresarla tal y como la ven.
Como lectores, esto nos ayuda a sumar miradas que traspasan las definiciones neutras. Al contrario, la palabra poética emociona y esa emoción convierte lo aprendido en algo significativo. Más tarde, los chicos estarán en posición de elegir ¿quiero seguir seguir este camino que se me ha abierto? ¿quiero ir hasta el fondo? ¿o solo comparto una idea? ¿o ninguna?
En consecuencia, partirán de los versos de otros para enriquecer su imaginario y llegar a sus propias respuestas. Y esto es fundamental para la felicidad de cualquier personas. Construir su vida en base a sus convicciones y deseos y no reproduciendo lo que “los otros hacen”. Eso es la libertad y la poesía es una herramienta genial para ponerle alas al pensamiento.
Es cierto que a los adolescentes les cuesta acercarse a este género. Por eso, te proponemos un lectura conjunta, en familia y dialogada. Además de ser mucho más disfrutable, sabréis lo que vuestros hijos piensan y sienten, de una manera relajada e igualitaria, habida cuenta de que los adultos también podéis exponer vuestros sentimientos e ideas.