Hace un tiempo os conté cómo me impresionó la novela Frankestein, de Mary Shelley en Familias Activas. La leí cuando tenía 15 años y, de algún modo, me ayudó a entender muchas cosas de mí misma y de mi entorno. Cuando escribí de Islandia, os dije que siempre había sentido curiosidad por esa isla tan extraña, porque había visto una película ambientada en este país. Sin embargo, en el último tiempo me he dado cuenta de que mi fascinación por el Norte de Europa tiene que ver con Frankestein. La novela comienza con un viajero que quiere llegar al Polo Norte en barco. De alguna manera, llegar al Polo Norte significaba alcanzar el fin del mundo y encontrar un lugar donde nadie te podía hacer daño. Por eso, siempre he querido viajar al Norte de Europa. Y ahora, quiero enseñaros ese refugio que es Noruega. No es el fin del mundo, pero es un refugio maravilloso ¿acaso esa necesidad que tenemos de desconectar juntos no es también una forma de protegernos?
Los fiordos noruegos en familia, el refugio perfecto
Cuando me acuesto, uso una grabación para relajarme y conciliar el sueño. En la grabación, el locutor dice algo que me encanta “observa cómo, sin es esfuerzo, tu cuerpo sobrevive, toma lo que necesita del entorno y desecha el resto”. Me parece una apreciación genial. La naturaleza vive sin esfuerza, somos nosotros, los seres humanos, quienes nos ponemos trabas a nosotros y también a nuestra casa, la tierra. Por eso, me parece tan importante que los peques viajen desde pequeños a lugares donde la naturaleza esté en su estado más puro. Cuanto menos haya intervenido el ser humano, mejor. Así, entenderán mejor lo increíble que es nuestro planeta y que si queremos que siga siendo increíble, tenemos que cuidarlo. Para ello, los Fiordos noruegos es un lugar excepcional. Por tanto, los fiordos son un una guarida y escuela que nos enseña a cuidarnos.
El viaje en familia a los fiordos noruegos más habitual es el crucero por la costa. El crucero nos coloca en medio de los fiordos, para que podamos contemplar toda su grandeza, lentamente. Además, como el viaje será de varios días, el barco integra actividades para los niños, para las familias y también para los adultos. De esta manera, los peques aprenden a divertirse con otros niños de culturas diferentes, nosotros, si vamos en pareja, podremos tener nuestro rato a solas, así como pasarlo bien juntos. Tan importante es que hagamos cosas juntos como que los peques se acostumbren a socializar entre quienes son diferentes a ellos, no solo por el idioma, sino por sus costumbres y cultura.
Además, el crucero hará parada en ciertos lugares, para que nos asombremos con la majestuosidad de los Fiordos en tierra firme. En un primer momento, seguro que se producirá el bullicio lógico de la salida del barco. Después, notarás cómo esa excitación se va rebajando hasta llegar a una paz casi desconocida para muchos de nosotros, al menos en nuestra vida diaria. Si fijáis la vista en el agua, en las enormes montañas, percibiréis una suerte de conexión casi mágica con la naturaleza. Os recomiendo que aprovechéis ese momento para abrazaros. No hay nada mejor que dar una abrazo a quienes amas en un estado de paz total.
Como veis la propuesta que os traigo esta vez, es un viaje en familia hacia dentro y hacia afuera. Una escapada en la que aprenderemos a valorar la naturaleza, en el que desconectaremos del ruido del trabajo y de las clases, pero también un viaje en el que nos lo pasaremos genial con las actividades programadas en un crucero pensado para el público familiar, ¿se te ocurre algo más completo?