La respuesta la pregunta de nuestro título es “no”. Al menos no, como se ha enfocado tradicionalmente. Una cosa es comprender cómo funciona tu cuerpo y saber cuáles son las conductas o prácticas sexuales de riesgo y otra muy diferente es comprender tus sentimientos, tu deseo y relacionarte con otra persona en base a los mismos. Conscientes de esta diferencia, escribimos este artículo, con la intención de presentar a las Familias Activas la distancia entre ambas. Sobre todo porque la información con la que cuentan las personas adolescentes es muy limitada y suele girar en torno a la educación sexual.
La educación sexual: la gestión del deseo propio y ajeno
¿Recuerdas las charlas que te daban en el cole sobre educación sexual? Además de las risas que se generaban en clase, porque estábamos muy poco acostumbrados a hablar de este tema, solían ser más una clase de biología que de sexo. Porque hablar de “sexo” implica también hablar de relación, es decir, de comunicación entre dos personas. Probablemente, esta sea una de las razones por las que estos talleres no sean tan eficaces como podríamos esperar.
Para que tener relaciones sexuales, es necesario el deseo por ambas partes. Sin embargo, en pocas ocasiones se introduce la cuestión del deseo en las charlas o conversaciones que tenemos en casa. Sé que es cierto que es complicado para nosotros, pero también es necesario abordarlo. De lo contrario, acabarán formándose a través de vías nada recomendables. Estas vías presentan la excitación o el deseo como algo incontrolable, por no hablar de la predominancia de lo masculino frente a lo femenino.
En este sentido, lo ideal sería presentar el deseo como un impulso o un sentimiento y, como tal, perfectamente controlable y manejable. Son ellos y ellas los dueños de sus impulsos y si bien no pueden impedir tenerlos, sí pueden reconducirlos para que este les lleve a una relación deseada por las dos personas y, por tanto, saludables también. Así, a los medios anticonceptivos y para prevenir Enfermedades de Transmisión Sexual, sumamos la prevención de la comisión o permisión de la agresividad y la falta de respeto en la vivencia de su sexualidad.
Educación afectiva: inteligencia emocional, autoestima y asertividad para prevenir la toxicidad
Hablamos de “educación afectiva”, porque el afecto es algo que se siente hacia otra persona. Por tanto, de nuevo entran en juego los sentimientos de otra persona: quien ama y quien quiere, o no, corresponder ese amor. En el mítico musical Moulin Rouge, el protagonista comienza diciendo “lo mejor que te puede pasar es amar y ser correspondido”. Yo añadiría “y que lo hagamos bien“. Como demuestran las estadísticas, es esencial saber amar y recibir el amor, así como detectar si lo que estás recibiendo es este sentimiento o se trata de otra cosa.
Como veíamos en otro clásico ya en el mundo de la inteligencia emocional, Del revés, el amor te lleva a querer estar con la otra persona, pero también genera felicidad cuando ella o él alcanza un objetivo, se divierte con sus amigos y amigas, o encuentra su belleza cuando se mira al espejo. O simplimente cuando sonríe. La confianza y la búsqueda de la alegría del otro es la base del amor. Sin embargo, es imposible sentir esto cuando tú no estás bien, cuando a ti no te tratan con la misma generosidad. Cuando esto ocurre, deben reconocerlo y darle la importancia que merece. En una pareja, las dos personas tienen que estar cómodas y si no es así, es esencial que se comunique hasta conseguir un cambio. Y si no se consigue, lo mejor es dejarlo.
Para llegar a este punto, la identificación de emociones no es suficiente. Tienen que tener una autoestima sólida,por un lado, y por otro, la capacidad para expresar lo que sienten intentado no herir a los demás: asertividad. Expresarse desde lo que les pasa, sin calificar o descalificar al otro. Y ser conscientes de que el insulto es intolerable.
Para tener una relación sana, no basta con saber para qué sirve un preservativo o cómo se forma un embrión. Nociones como gestión y expresión del deseo, habilidades sociales, respeto por uno mismo y por los demás… son igualmente esenciales.