Recuerdo perfectamente el día que escribí mi primer poema. Estaba en segundo de primaria. Se acercaba el Día del libro y la maestra organizó un concurso de poesía en clase. Como siempre que me proponían algo nuevo, me rebelé. Por alguna razón, tendía a ponerme muchos límites. En cualquier caso, no tenía elección. Así que cogí el lápiz y me puse a escribir de lo que más me gustaba del mundo: el mar. Y ahí descubrí que la vela de un barco podía ser de limón si yo quería. Con ese descubrimiento, no solo gané el concurso sino que ¡encontré el amor de mi vida! Un amor que me ha salvado. Literalmente. No todo el mundo tiene esa clase de revelación, pero ¿por qué no probar? ¿Acaso las Familias Activas no nos caracterizamos por eso? ¿Por probar?
Escribir poesía les ayuda a encontrarse a sí mismos
El día del concurso, muchos compañeros optaron por escribir de sus padres y de sus madres. Algunos, de sus abuelos que, para entonces, ya comenzaban a los segundos padres de muchos. Yo decidí hablar del mar y lo hice por una razón, no, por una necesidad: ya empezaba a sentir que era diferente y, a pesar de esa reticencia a los cambios, comenzaba a intuir que lo que más deseaba era libertad ¿Tememos aquello que más ansiamos?
La escritura te ayuda a conocerte
Esta afirmación es ya un tópico. Pero no por eso, deja de ser verdad. Dedicamos muy poco tiempo a pensarnos y cuando escribimos, no solo tenemos una idea, sino que la desarrollamos. Y si te das la libertad de no censurarte, llegas al origen de muchas de tus inquietudes y fobias. Pero la poesía tiene otra ventaja: no es literal.
Ese jugar con las palabras permite que la expresión sea mucho más certera, más cercana aa tu verdad individual. Permite personalizar aquello que quieres decir. Así, si accedes a que alguien lo lea, esa personalización se convierte en universal. Cuando alguien escribe “estoy alegre”, empatizas, pero si lees “cuando veo a mi familia, mi cuerpo es un Sol gigante”, te identificas muchos más. La expresión y la lectura es mucho más rica, más certera.
La poesía mejora su comprensión de la realidad
En un taller de literatura para adolescentes, había una frase que decía “Paquita había perdido el juicio”. Pregunté a una alumna qué significaba y ella me respondió “que ha ido al juzgado y la han condenado”. Sé que puede parecer un ejemplo extremo, pero lo cierto es que cada vez se dan más este tipo de respuestas. El profesorado suele quejarse de que hoy cuesta más que entiendan los significados no literales y que extrapolen conceptos. Esto se traduce en que cada día tienen más dificultades para entender ideas complejas.
Al escribir, y al escribir poesía, pasan de tener un rol pasivo a otro activo. Y ellos son no son simples, aunque tengan 6 años. Son personas extraordinaria y maravillosamente complejas. Por esta razón, explicarse a sí mismos o su contar cómo perciben la realidad a través del lenguaje poético, les ayudará saber leer y comprender los mensajes de los otros.
La belleza puede convertirse en ética
La belleza estética es mucho más poderosa de lo que podemos pensar. Tiene una vertiente superficial, pero también puede llevarnos a conformar una postura ética frente a la vida. En la Ilustración, se decía que la belleza y la bondad tenían que ir juntas. Si estás acostumbrado a esforzarte en la creación de textos bellos, también la buscas en la observación. De este modo, te vuelves más sensible a la suciedad, a la contaminación, a la falta de respeto, al acoso… Detectas lo feo con más facilidad y eres más proclive a tener el impulso de intervenir.
La poesía suele dar mucho miedo a quienes leen y a quienes escriben. Por eso, lo mejor es introducirla desde pequeños. Presentarla primero como un juego, para que los peques comiencen a experimentar por sí solos, cuando les apetezca. Les enriquecerá la vida a ellos y a quienes les rodea.