“Volver” es uno de los verbos más sugerentes de nuestro diccionario. Todos tenemos un lugar o una persona a la que volver. A veces para bien, a veces para mal. En ocasiones, se trata de un tiempo. Momentos nos cambian para siempre, o en los que descubrimos que ya no somos quienes solíamos ser. Hay muchos libros que hablan de ello: las noves de “de iniciación” o “coming age”. Sin embargo, gran parte de ellas están dedicadas a la lectura melancólica de los adultos. Hoy es complicado encontrar literatura juvenil que hable directamente de ellos y que lo haga sin complejos. Todos volvemos, publicada en Caligrama, escrita por Alberto Acerete, es una de esas excepciones. Por ello, la traemos a Familias Activas. Porque además de tratar el paso de la niñez a la edad adulta, lo hace con un inmenso respeto a sus lectores: no infantiliza sus emociones ni ideas. Al contrario, alerta a los adultos del peligro de infravalorar su capacidad de discernimiento y comprensión.
Todos volvemos, literatura juvenil que nos habla a todos
Muchas Familias Activas nos cuentan que es muy difícil encontrar literatura juvenil realista y que no infantilice a los adolescentes. Con la intención de protegerlos, se evitan los temas que más le preocupany que, de hecho, son también los que más nos preocupan. Como comentamos al hablar de Yo, Christiane F, la mejor manera de ayudarlos a protegerse es siendo lo más claros posibles y respetando sus inquietudes. Y esto es justo lo que encontramos en Todos volvemos. Con una dosis de humor al principio, -“en ese momento yo solo pensaba que podríamos quedarnos a la abuela y ponerla de Rey Baltasar en el Belén”- y después con una claridad conmovedora y certera, el relato de Gabriel, el protagonista de la obra, sirve también para darnos un tirón de orejas a los adultos. Para recordarnos que nuestras decisiones también les afectan a ellos y que, por tanto, tenemos que hablar con ellos para que nos entiendan: “la violencia de verdad, la del dolor que dura siempre, es el silencio”, dice haber descubierto Gabriel después de haber escuchado demasiadas veces “eso es cosas de mayores”.
Los padres de Gabriel se han separado y su madre ha decidido volver al pueblo. Allí, encuentra dificultades para integrarse. Pero encuentra dos amigos: Lol y Mariano. El verdadero nombre de Lol es Isabel, pero se siente un niño, y así es reconocido por Gariel y Mariano. Este último es un niño rumano que vive solo con su padre en una casa ocupada porque, a pesar de trabajar durante todo el día en el campo y en la fábrica, no tiene dinero para pagar el alquiler. Los tres han formado su propia pandilla, una en la que se cuidan los unos a los otros y con sus propios juegos: como que Mariano y Gabriel bailen para la abuela del recién llegado las canciones de Raphael, su cantante favorito. Sin embargo, las decisiones y disputas de los mayores comienzan agrietar dicha unión.
Las pugnas por el poder, el abuso del mismo, la intransigencia, la necesidad… llevan a los adultos de esta historia a perjudicar la vida de los niños, hasta el extremo de convertirlos en lo contrario de lo que eran. O sentirse culpable de lo que son. Los vacíos sin llenar, los silencios, los ponen en situaciones límites. Tienen que protegerse y para hacerlo, eligen a sus referentes, a su familia. Incluso cuando eso signifique renunciar a sus principios “aprendí que, en general,la violencia es fácil (…) también era cómoda“.
Por tanto, en Todos volvemos encontramos una historia para niños y adultos, de nuestra relación y de las consecuencias de nuestras acciones o inacciones en ellos. Una reflexión sobre cómo nuestras ganas de que encajen, los aparta de sí mismos. Es una llamada al diálogo y la comprensión entre ellos y nosotros, al tiempo que nos sitúa en situaciones con las que se encuentran a diario. Desde luego, es una novela para leer en familia, porque nos habla a todos, con humor, con contundencia también, y apelando siempre al amor como puente.